Innovación y experimentación no son palabras que uno vaya a pronunciar cuando se asoma a la música de este disco, aquí todo es clásico, todo sigue una fórmula de probada eficacia que tanto nos gusta a algunos. La formación es el siempre efectivo power-trio, con Vítor Bacalhau como voz, guitarra y frontman y acompañado por João Ventura a la batería y Luis Trinidade al bajo. De cálida distorsión, el guitarreo nos transporta a un viaje donde el rock y el blues se cogen de la mano en un maridaje cargado de energía vital. El disco pasa de momentos de espasmódica violencia como en la incial Happy Man, piezas más cadenciosas y sudorosas como en Old Soul, ritmillo boogie para Let your soul go free, rendiciones bastante heavy-Deep-Purple-ianas en los temas Cosmic Attraction y Walk Through Fire, guiños al gospel en la íntima Shooting Star o un pecadillo más pegadizo, modernete y catchy en Dirty Little Girl que casi podría recordar a White Stripes o The Black Keys. Para los que ya conocían su primer disco y lo disfrutaron será una alegría ver que, a pesar de ser un poco más enérgico y oscuro en esta entrega, en líneas generales sigue la misma onda.
No se va por las ramas el grupo en este disco de temas directos y de sonoridad clásica que rápidamente trae aromas a los guitarristas del género más destacados de los últimos años, un sonido que es deudor de la etapa bluesera de Gary Moore, del omnipresente Joe Bonamassa, del Eric Sardinas más conservador o del lado más rockero de Stevie Ray Vaughan, que a ratos nos recuerda a formaciones como The Georgia Satellites, The Black Crowes o The Fabulous Thunderbirds.
Lo dicho, no hay que redescubrir el fuego ni reinventar la rueda, a veces, muchas veces, lo que vale es hacer bien lo que se quiere hacer, y Vítor Bacalhau lo hace en este Cosmic Attraction. Músico prometedor y disco interesante para seguidores del género que busquen nuevas bandas.
El otro día comentaba con un amigo que el estado-nación a veces crea una barrera difícil de saltar. En el estado español cuesta pensar en Portugal: a la hora de hacer negocios, a la hora de internacionalizar empresas, a la hora de plantear viajes vacacionales… Conozco a gente que cuando un grupo viene de gira a la península ignora las fechas en tierras lusas y acaba gastando un día de vacaciones en el curro para ir a Madrid, a ver un jueves a una banda que tocaba en Porto el sábado, una fecha que le convenía más en una ciudad que está más cerca. Pero la frontera, mental más que física o realmente cultural, para muchos está ahí.
Para la prensa musical española esa frontera también está muy presente, rara vez se habla de bandas portuguesas en ella. Dulce Pontes tuvo un cierto éxito mainstream en España a principios de los dosmiles, The Gift en el mundillo indie son importantes y en el metalero Moonspell son la banda portuguesa más conocida, aunque algunos recordarán también a Tarántula por un acuerdo de distribución que habían firmado con Locomotive Music y que les llevó a un par de festivales en España. Y finalmente nos queda la escena del metal extremo, donde sí que ha habido tradicionalmente más contacto y más flujo de bandas, al menos para la conexión concreta entre Galicia y Portugal, no siendo extraño poder escuchar a gente como Sacred Sin, Holocausto Caníbal, Dead Meat o Alcoholocaust, y siendo el SWR Barroselas un festival de referencia para todo fan de los géneros más brutales del noroeste peninsular. Como poco a poco también está convirtiéndose en referente el Sonic Blast para todo amante del stoner y la psicodelia, y como lo han sido también durante años el NÓS Alive o Paredes de Coura para el público más pop.
En general parece que todo acaba en lo arriba citado. Bueno, a menos que seáis lectores de este blog donde la presencia de grupos portugueses es más habitual. Ya sea por mi tendencia política a un federalismo iberista, porque estudio portugués o por mi interés constante en ver nuevas bandas en directo, el caso es que me encanta saltar esa frontera. Y aprovechando estos días libres de los que dispongo he decidido preparar un pequeño artículo centrado en bandas portuguesas que, a pesar de ser muy interesantes, parecen pasar desapercibidas para la prensa musical del reino felipista. Un poco en la onda de los artículos que anteriormente había hecho sobre bandas gallegas. He intentado picar un poco entre varios géneros, aunque los lectores veteranos sabéis que dentro de mi eclecticismo hay una cierta línea coherente.
The Black Wizards: Una banda de la que ya hemos hablado varias veces en este blog y estamos viendo crecer. Con los 70 siempre entre ceja y ceja han ido pasando del protometal de su primer disco, Lake of Fire, a un sonido más psicodélico y setentero en …What the Fuzz?, girando por Europa para presentar ambos discos. Es un grupo para el que sólo tengo buenas palabras: su rock duro de tintes retro da la talla tanto en directo como en estudio, apoyándose en la destreza del cuarteto como instrumentistas y en la madurez de sus composiciones. Un caudal creativo donde el magisterio de Cream, Ten Years After, Jefferson Airplane, Black Sabbath o Grand Funk Railroad nos hacen pensar que los setenta están más vivos que nunca.
Billy Lobster: A lagosta do blues, el alter ego del músico portugués de ascendencia moldava Pavel Racu, se marca un “Juan Palomo” con su banda. Él se lo guisa, él se lo come. Guitarra en mano, micro en boca y batería a sus pies, no necesita más banda, él se encarga de todo para regalarnos un blues eléctrico y cargado de distorsión. Un blues honesto, sincero, auténtico, crudo, muy desnudo, directo. Su disco Boogie on the Fly, del que ya hablamos por aquí, es la mejor muestra de lo que te estoy contando. Esta sí que es honestidad brutal, y no la del Calamaro.
Lâmina: Lâmina no son sutiles, no son frágiles. Su stoner-doom es pesado y sólido, directo, el equivalente sonoro a darte de morros contra un bloque de hormigón. Sus canciones se construyen sobre riffs primitivos y monolíticos y ritmos de batería intensos y obsesivos. En su último trabajo, Lilith (que ya reseñamos por aquí) se nos muestran como dignos continuadores de la esencia que parieron en los 90 bandas como Monster Magnet, Melvins y, en general, todos aquellos que intentan alargar el legado musical comenzado en los 70 por Black Sabbath o Pentagram. Metal pesado de verdad, con raíces y mala leche, directo al grano para deleite del oído y perjuicio de las cervicales de sus creyentes.
Midnight Priest: Si algo ha quedado claro pasados casi 40 años del comienzo de la NWOBHM es que el heavy metal clásico, por muchos altibajos por los que pase, acaba perviviendo. El hard rock de pelos cardados, la depresión grunge, el un-metal korneado, el power metal bombástico de orquestas pregrabadas… se los lleva el viento mientras siguen apareciendo bandas clasicotas en el underground metalero. En caso de que el norcoreano y el cowboy irascible de la Casa Blanca se líen a petardazos nucleares sólo sobrevivirán al holocausto las cucarachas, los tardígrados y un centenar de bandas con elásticos de rayas y chalecos de parches. Midnight Priest son de esa raza de bandas, comenzaron siendo más speedicos y cantando en portugués, como una suerte de Running Wild de la costa atlántica. Hoy por hoy se han tornado más maidenianos y cantan en inglés desde su segundo larga duración, Midnight Steel. Aunque pienso que la banda ganaba mucha frescura cuando cantaban el portugués siguen siendo una muy buena banda de heavy metal a la que seguir la pista, con la que cabecear un rato como maníacos.
Quinta do Bill: Una banda veterana y de las más exitosas en Portugal. Fundada hace 30 años, publicaron su primer disco hace 25 y desde aquella han sumado varios discos de oro a su trayectoria, siendo un grupo que allí suele gozar de mucha presencia mediática, con sus singles en rotación constante por las radios. Su estilo folk rock con tintes pop de profunda influencia estadounidense, muy en la onda de Garth Brooks, te podría llevar a pensar que vienen del propio Nashville si no fuera porque cantan en portugués. Uno de sus temas más exitosos, Filhos da Nação, se convertiría en 2003 en el himno extraoficial del Porto de Mourinho, con la letra convertida en Filhos do Dragão. En 2013, también en Porto, darían un concierto para más de 100.000 personas en la Avenida dos Aliados y, en 2016, repetirían otro concierto masivo en dicha plaza para las fiestas del 25 de abril. Este 2017, durante su trigésimo aniversario, en Galicia han sido condecorados con el premio aRi[t]mar a la mejor canción en portugués.
Vircator: Entre el post-metal y el progresivo se mueven los Vircator, una banda de cuyo primer disco ya os hablamos por aquí y cuyo segundo trabajo, Sar-i-Sang fue publicado el pasado mes de septiembre. Su música atmosférica y compleja hace viajar al oyente por paisajes marcianos envuelto en ondas de amor cósmico, intercalando pasajes etéreos y psicodélicos con intensos crescendos de energía metalera. Un género que algunos etiquetarían de metal intelectual o de banda para mesarse las barbas mientras se degusta un café, pero también una propuesta musical con profundidad y criterio, densa pero no por ello aburrida.
Vítor Bacalhau: Liderando a un power trío cargado de buen blues rock eléctrico, el sureño (del sur de Portugal, no de los USA, que os veo venir) Vítor Bacalhau no pretende disimular la influencia del último Gary Moore, del Albert King más eléctrico, del siempre presente Jimi Hendrix y, de forma más que evidente, de Joe Bonamassa. Hace nada que ha publicado su último disco, Cosmic Atraction, una excelente pieza de blues rock más que disfrutable, con aroma a gasolina quemada y sabor a bourbon de Kentucky. No se pierde en pajas mentales, va al grano, no vuelve a inventar la rueda porque no hay que inventarla, esta ya gira tal y como está, como giran los grandes discos de los grandes guitarristas que le influencian. Un buen disco y un buen guitarrista.
Vamos con una banda muy querida en este blog, ya ha aparecido varias veces por aquí: The Black Wizards. Recién salido está su último trabajo What the Fuzz! (publicado el 1 de septiembre) y la gira de presentación está al caer (podremos disfrutar de su directo en Compostela el próximo día 14, junto a sus compatriotas Vircator).
Cuando les vi tocando en la piscina en el Sonic Blast 2015 ya os lo dije, banda a seguir. Unos meses después llegaba Lake of Fire, que reseñamos en esta sección y que fue uno de los primeros discos de El Bandcamp de la Quincena. Ahora encaramos el segundo álbum de la banda, cruzamos de nuevo el Miño para disfrutar de otra buena dosis de rock a cargo de una de las bandas más excitantes y con mayor proyección del panorama peninsular.
El grupo no se estanca y sigue evolucionando, ganando colorido. Más conciertos, más hora sobre el escenario, más discos escuchados, más música asimilada en sus cabezas y añadida a su sonido. Cambian lo bastante para no repetirse pero lo justo para no dejar de ser ellos, y en What the Fuzz! se muestran menos protometaleros y más blueseros, más psicodélicos, más retro, menos Black Sabbath y más Ten Years After, menos Pentagram y más Cream, menos Deep Purple y más The Jimi Hendrix Experience. Un disco que ha salido redondo a todos los niveles: composición, producción y hasta es notable en el trabajo gráfico de João Maio Pinto, que se ha currado un artwork impresionante.
Tras una intro caótica nos vemos ante una pieza pesada y psicodélica como Freaks and Geeks, una canción de 8 minutos con mucha jam para abrir el disco… y a los dos minutos de tema ya te estás dando cuenta del calibre como guitarristas de Joana Brito y Paulo Ferreira, de como van añadiendo preciosos arreglos sobre el denso riff principal. Ya os decía antes que han asimilado mucha música desde su anterior trabajo y la han incorporado: Floating Blues comienza haciendo honor a su nombre, comienza flotando con aromas de Asia, de la India, para luego echarse en brazos de la herencia de T-Bone Walker y posteriormente azotarnos un latigazo eléctrico digno de los buenos tiempos de Clapton. Just Not Today, una pieza de dos minutos en un disco donde el resto de temas no bajan de los 7, nos transporta a Nashville con sus aires de viejo folk estadounidense y nos hace la transición hacia uno de los temas que fueron adelanto del disco: Build your home, un tema que a pesar de ser una pieza de rock pesado me ha recordado también a viejos trabajos de Bob Dylan en la forma en que Joana Brito construye la melodía vocal. Y es que la voz de Joana en este trabajo cambia bastante respecto al primero, con más reverberación, con líneas vocales más sutiles, más suaves, tirando menos de fuerza bruta rockera que en el Lake of Fire y más de elegancia, en consonancia con un disco también más pausado que su predecesor y con pasajes instrumentales más largos. Y tras ese tema llega I don’t Wanna Die, que seguramente sea el tema más pegadizo y asequible del disco, un tema que pincharía en cualquier garito o radio sin miedo porque tengo claro que hará mover los pies y la cabeza del público.
Hemos hablado del excelente trabajo de guitarras, de la evolución de la voz, ¿y la base rítmica? Impecable. Ya sabéis que yo soy bajista, pues desde aquí declaro sinceramente que envidio a João Mendes. Le envidio porque toca mejor que yo, su calibre en las cuatro cuerdas queda sobradamente demostrado en todo el disco, y le envidio porque tocar junto a una batería como Helena Peixoto tiene que ser una verdadera gozada. Escucha el inicio de Floating Blues, fíjate bien en la batería en I don’t Wanna Die y, sobre todo, disfruta de su groove en Fire… ese ritmillo tiene que ir en los genes. Si me dicen que está tocando Carmine Appice o Ian Paice me lo creo, esta chica tiene un talento de clase mundial y del anterior disco a este parece haber pegado un tremendo salto.
Cierran el disco con una pieza de 16 minutos, Everything is Good Until Trouble Comes, una demostración elaborada y épica de la capacidad del grupo, añadiendo órgano y coros para glorificar más todavía la composición.
What the Fuzz! hoy por hoy marca el pináculo de la producción de The Black Wizards, es un paso adelante, una nueva piedra sobre la que seguir edificando su carrera ¿dónde está el techo ahora para esta banda? ¿qué cotas pueden alcanzar en una futura entrega? Preguntas que esperamos tengan respuesta y que podamos tener la suerte de disfrutar muchos años de esta banda. De momento lo que sí haremos será gozar con este disco excepcional de estos portugueses y de su directo cada vez que nos sea posible.
Calentita viene la entrega de esta semana de El Bandcamp de la Quincena, hace sólo dos semanas que fue publicado este trabajo. Emulando a la infanta fugitiva nos acercamos al área de Lisboa para paladear un poco de blues (bueno, ella al blues imagino que no va):
No sé si Billy Lobster es un fan fundamentalista de Bob Esponja o de las películas de Yorgos Lanthimos, o si su nombre viene de alguna historia de infancia o adolescencia que jamás conoceremos. De Billy Lobster solo se lo que nos cuenta y lo que se puede escuchar.
¿Qué nos cuenta? Pues que nació bajo el nombre de Pavel Racu en Moldavia, país del que marchó a los 17 años rumbo a Portugal. Que desde crío, cuando jugaba a hacer air guitar con una escoba, siempre quiso ser músico. Que de adolescente se contagió de la rockin’ pneumonia y la boogie woogie flu y jamás se ha curado de esa bendita infección. Y que este Boogie on the Fly se la ha guisado y comido casi integramente él solito, ya que Billy Lobster es un hombre y a la vez toda una banda: guitarra, voz y percusión, lo toca todito. Como Muchachito Bombo Infierno, pero molando (ese es el punto diferencial). Cuenta con un armonicista en algunos temas, João Luz, y en los controles ha estado Tito Carreno de los Menos Um Studios, que coproduce, mezcla, masteriza y toca el órgano en un tema, tema donde encontramos la voz gospel de Sandra Tess acercándonos al género espiritual. El arte de la portada ha sido cosa de Zé Pereira, un retrato en blanco y negro de trazos angulosos que os dejo aquí debajo:
¿Qué podemos escuchar? Un blues desnudo y clásico. El señor Langosta nos dice que sus primeras influencias fueron John Lee Hooker, Muddy Waters y Howling Wolf. Nada que discutirle, están muy presentes en la grabación. Añadiría el regusto más rocanrolero de Bo Diddley, incluso un punto del Billy Gibbons más rockero o de grupos modernos con deje retro como Moreland & Arbuckle o Seasick Steve. Podrías pensar que siendo un solo músico la grabación sonaría vacía, pero con su voz y cargándole bien a la distorsión en su guitarra logra llenar la grabación, hacer mucho con poco es el espíritu primitivo de un bluesman, como el gran Son House. En la instrumental Tuna Fish esto es tan marcado que llega a sonar casi a un stoner-blues digno de Clutch.
El Este conoce al Oeste, la música no conoce fronteras. Un músico nacido en Moldavia, afincado en Portugal pero que ha absorbido como una esponja el sonido de gente llegada de Texas, Tennessee, Nashville, Nueva Orleans o Chicago nos presenta un disco para quemar rueda, para hacer kilómetros en la carretera, para comer cangrejos de río, para remojar el gaznate con bourbon o para cualquier otra actividad que se asocie tradicionalmente con los comportamientos de un bluesman.
A Nashville nos vamos esta semana en El Bandcamp de la Quincena, una de las ciudades con más tradición musical del planeta.
Aunque esta vezno hablaremos de country, bluegrass o blues, esta vez vamos con una banda de fina psicodelia.
Hay grupos que son asequibles al oído y hay grupos que son más difíciles de escuchar, y All Them Witchesestán en el segundo grupo. Es una banda que o logra teleportarte a otra dimensión o te aburre profundamente, no hay término medio con su sonido. Si comulgas con su sonido entonces los disfrutarás cosa buena, si no lo haces te dormirás.
Esta nueva entrega, recogida en directo, es un regalo de la banda a sus fans. Literalmente, ya que si quieres puedes descargarlo sin pagar nada desde su cuenta de Bandcamp (aunque yo decidí hacer un pequeño aporte a sus arcas). El directo se grabó en el mes de marzo de 2016 en Bruselas y se publicó al término de su gira europea de verano, en septiembre. Se trata de un set list largo, con catorce temas, que más o menos viene a ser el que defendieron en eventos como el Sonic Blast, donde encabezaron el primer día. También puedes disfrutar de este directo en vídeo en youtube.
El sonido de All Them Witchesbebe del blues, de la psicodelia y del desert rock. Sus canciones tienen muchos elementos atmosféricos y ambientales y el magisterio de nombres como Jimi Hendrix, The Grateful Dead, The Allman Brothers Band, The Doors, algo de Pink Floyd o los Fleetwood Mac de la etapa de Peter Green se hace evidente. Incluso alguna gota de ZZ Top en algún arranque más guitarrero y alguna reminiscencia a Orquesta del Desierto o a los ya tristemente desaparecidos Graveyard, por citar a unas bandas más contemporáneas.
En cuanto a este directo en Bruselas he de decir que se trata de un buen trabajo para tener una visión completa del sonido de la banda, aunque no acaba de capturar al 100% fielmente el sonido de la misma, seguramente sea por no escucharlo al mismo volumen y con la misma carga de graves que se pueden disfrutar en uno de sus directos, donde el sonido parece vibrar por todo tu cuerpo. Eso sí, piezas maestras como The Death of a Coyote Woman,Open Passaways (un tema que me relaja tanto que creo que la DEA va a meter mano y declararlo droga sonora), Dirt Preachers o la final My Last Name is the Blues. Una buena ración de la psicodelia elegante de All Them Witches que debería animarte a intentar vivir la experiencia del directo.
Si conoces y disfrutas ya a All Them Witches este disco debería estar en tu colección, si no los conoces podría ser una buena forma de acercarte a su sonido ya que presenta un buen equilibrio de temas representativos de la banda.
Esta semana en El Bandcamp de la Quincena vamos a darnos una vuelta por un país del que, sinceramente, no conocía muchas bandas.
Seguro que más de uno recuerda cuando hace un tiempo hablamos por aquí en la sección Joyas Musicales de un disco titulado Sleeping Sickness de la banda JPT Scare Band, que incluso figura en mi lista de discos indispensables. Si os gusta ese rollo de psicodelia y jam band, de improvisación musical pura y dura, entonces también os gustarán minimál Bogart.
Os decía en el párrafo introductorio que es una banda venida de un país cuya tradición rockera desconozco: Hungría. Más allá de los heavymetaleros Ossian, que hasta tienen un combinado dedicado por mis colegas, Kalapács y Pokolgép, no conocía más bandas húngaras. Y desde luego estos minimál Bogart no tienen mucho que ver las antes citadas bandas de heavy metal clásico.
El sonido de esta banda bebe mucho de los años sesenta, y nos presenta largos temas instrumentales con guitarras blueseras cargadas de fuzz donde la harmónica toma el mando cubriendo el rango de las voces. Las raíces más clásicas de T-Bone Walker, John Lee Hooker o Little Walter (no podemos hablar de harmónica de blues y no citarle) se tocan con la generación Woodstock: Jimi Hendrix, Cream, Fleetwood Mac, el primer Santana, Leaf Hounds, Ten Years After, Big Brother and the Holding Company… y me vuelvo a la JPT Scare Band citada al principio. Y es que no sólo los suecos como Graveyard o Witchcraft saben recuperar el mejor sonido setentero.
Blues psicodélico, instrumental y pesado desde el este de Europa, ejecutado con elegancia y con pasión por aquellas bandas de finales de los sesenta. Esta jam band húngara vale mucho la pena. Además, a día de escribirse esta crítica, te puedes hacer con sus tres discos por muy buen precio (de hecho te saldrían más baratos que comprarte sólo este), así que puedes aprovechar el momento. De hecho en el primer disco también utilizan flauta, trayendo un deje a los primeros Jethro Tull, Coven o Ñu. Realmente toda su discografía es muy recomendable.
Fire on Soyuz es un disco intenso, que invita a la evasión, un trabajo para dejar tu mente volar mientras te tumbas tras un día intenso de trabajo, una obra que pulsará tus resortes cerebrales para crear bellos pasajes en tu cabeza durante los, aproximadamente, 40 minutos que dura.
Mucho me temo que debe ser complicado verles tocar fuera de su país, pero es una banda con enorme potencial, que sabe de qué va su música y que no se limita al blues funcionarial de sesión vermú que se ha puesto de moda en los últimos años.
La historia de Felix Pappalardi es una de las más tristes del rock and roll. El tío era puro talento: un muy competente bajista, buen vocalista, gran compositor y excepcional productor. Trabajó produciendo el grueso de los discos de Cream, además de otras bandas como Hot Tuna, The Dead Boys, algún disco en solitario de Jack Bruce o los discos de su propia banda, Mountain. Pero la tragedia se cruzó en su vida, primero en 1972 cuando un problema en el tímpano le obligó a dejar la música en directo bajo riesgo de acabar padeciendo una sordera total, relegándole al rol de compositor, productor y músico de estudio, y forzándole a abandonar Mountain. En 1983 sería asesinado por su mujer en su piso de Nueva York, según parece de forma accidental.
¿A qué viene contar la historia de Felix Pappalardi aquí? Pues a explicar el génesis de esta banda:West, Bruce and Laing. Si conoces la carrera de Mountain te habrás dado cuenta de que hablamos de Leslie West y Corky Laing, guitarrista y batería respectivamente de la mítica banda estadounidense. Y el sustituto de Pappalardi no podía ser otro que Jack Bruce, el gran bajista de Cream. Porque a fin de cuentas eso es lo que es esta banda, la continuación de Mountain. Pero al contrario que otras bandas, en aquel momento tuvieron la decencia de cambiarse de nombre, si bien la onda es totalmente continuista. Picoteando en un hard rock que bebe muchísimo del blues sureño pero a su vez apunta en términos de distorsión y «densidad» a lo que luego sería el heavy metal. De hecho la formación de la banda se fraguó en el tour de Mountain de 1971 por Reino Unido, cuando Pappalardi anunció que dejaría la música en directo al acabar la gira.
Why Dontcha se convirtió así en el primer disco de West, Bruce and Laing, aunque podría haber sido el siguiente disco de Mountain o de Leslie West en solitario perfectamente. De hecho la primera gira de la formación fue previa a la grabación del disco, dando conciertos con temas de Cream, Mountain y versiones de clásicos del blues. Se dice también que el disco tardó en grabarse mucho más de lo esperado por culpa de los abusos del trío con las drogas y el alcohol.
Este debut se abre pues con el tema/título Why Dontcha, una clara muestra de hacía donde discurrirá el trabajo: un riff de hard rock bluesero pegadizo, con esencia sureña, que sabe dejar mucho peso al bajo dentro de la composición (y es que con un titán como Jack Bruce al bajo no puedes taparle con guitarras sobrecargadas), sin alargarse en exceso y sin arreglos barrocos, con un sonido crudo como un buen chuletón. Out into the fields, por su parte, tiene un deje más hippie, más en la onda del sonido Cream, con un gran trabajo de guitarras de West. The Doctor es un rock and roll cargado de distorsión, muy en la onda de lo que podría ser el Mississippi Queen de Mountain, y que fue el single más radiado del disco en la época. La armónica es el instrumento predominante en la bluesera Turn Me Over, donde la guitarra con slide también tiene un peso capital. Cierra lo que sería la cara A del disco (si al vinilo nos remitimos) la versión del Third Degree de Eddie Boyd y Willie (como no!) Dixon, otro blues de la vieja escuela cargardo con una dosis extra de distorsión donde West hace llorar a su guitarra y Bruce se luce al final con un gran solo. Lo que sería la cara B comienza con Shake Ma Thing (rolling jack), rock and roll clásico, con piano, ascendencia blues y ritmo vacilón y sexual, para ponerse los zapatos de gamuza azul y mover los pies al ritmo de la distorsionada melodía. Una etérea y frágil balada como While You Sleep es lo que vendrá a continuación, con un cierto aire a los Allman Brothers o a Joe Cocker. Y tras el descanso vuelve el rock and roll old school de la mano de Pleasure, donde el piano vuelve a cobrar importancia (gran trabajo de Jack Bruce también como pianista) y donde la guitarra de West de nuevo lleva el tema al puro éxtasis. Love is Worth the Blues, no me preguntes por qué, me recuerda al Play With Fire de los Rolling Stones, a pesar de que reconozco que no suena muy parecida, puede que use la misma progresión de acordes en la subida que hace en los estribillos. Cierra el disco Pollution Woman, un tema que se abre con un ritmo muy Sly Stone y que me recuerda, al igual que la segunda canció del disco, a los trabajos de Cream, con un toque más hippie y psicodélico por medio.
Un muy buen disco de blues rock/hard rock para amantes tanto de Cream como, sobre todo, de Mountain. De haber salido bajo la denominación de la banda primigenia habría logrado seguramente más repercusión, pero no debes dejarte llevar a engaño, es un discazo aunque lo veas como una banda nueva. Tanto Jack Bruce como Leslie West están al nivel que se les debe exigir a dos máquinas del rock and roll como ellos.