Musiqueando 13 (20191023)

Después de la anterior entrega del Musiqueando dedicado a bandas sonoras, y de otras tres anteriores monotemáticas vamos a volver al desordenado esbardalle musical habitual, para que los del postureo normi en Twitter me puedan seguir llamando elitista. La primera canción, a manos del violinista Patrick Contreras, que sirva un poco de introducción para el siguiente bloque:

Funkadelic son cosa tremenda y llevo demorando doce Musiqueandos el dedicarles unas líneas. Sí, en mi cabeza ya estaba hablar de su legado en la primera entrega pero por unas cosas y por otras, que si novedades una semana, que si artículo temático otra… ahí se quedó en el tintero. La historia del grupo es curiosa: nacieron en 1964 como un proyecto paralelo de George Clinton con el que telonear a su banda The Parliaments (posteriormente se convertirían en Parliament por temas legales) y comenzaron a llamarse Funkadelic allá por el ‘68 tras una serie de disputas legales con la discográfica. En sus inicios bebían mucho de la psicodelia de Hendrix y Sly & The Family Stone y de hecho sus tres primeros discos, tres discazos esenciales, están muy en esa línea que fluctúa entre el rock más ácido y el soul psicodélico: el homónimo Funkadelic, el Free your Mind… your ass will follow y la joya de la corona de su primera etapa que a su vez marca el fin de esta, Maggot Brain donde por última vez compartían guitarras Eddie Hazel y Tawl Ross. Los setenta continuarían con varios cambios de formación, con la resurrección de Parliament que alcanzarían el éxito durante la moda del disco-funk y separándose de la psicodelia y el rock para acercarse más al funk puro, añadiendo según la etapa elementos disco o boogie. Tras una serie de discos aceptables pero sin la brillantez épica de su primera etapa a finales de esa década publicarán otras dos auténticas joyas: el conceptual y musicalmente muy variado One Nation Under a Groove de 1978, donde repasan a fondo su propia mitología funky y donde se marcan uno de mis solos guitarreros favoritos en el tema Who Says a Funk Band Can’t Play Rock, y el más discotequero Uncle Jamm Wants You, disco que marcaría profundamente los inicios del rap y el hip-hop, del que extrajeron bases raperos como De La Soul, Ice Cube o Dr. Dre y del que tomaron su nombre el colectivo de dj’s Uncle Jamm’s Army. En 1980 habría una escisión en el núcleo de Funkadelic que se separaría en dos bandas: una liderada por Clinton que en 1981 publicaría el notable The Electric Spanking of the War Babies y otra con el resto de vocalistas que sacarían el bastante mediocre Connections & Disconnections. Las disputas legales por el nombre y la pérdida de interés comercial en el disco-funk llevarían a la desaparición del grupo. Pasarían 26 años hsta tener nuevos discos de Funkadelic: en 2007 el By Way of the Drum, con material originalmente grabado para un disco de 1983 que no llegaría a publicarse en aquel momento, y en 2008 el Toys, que contenía temas rescatados de demos inéditas de los ’70. Habría que esperar a 2014 para tener un disco con material realmente nuevo: First Ya Gotta Shake the Gate, un disco triple compuesto por 33 canciones en referencia a los años pasados desde su último disco original. Con una orientación más R&B este disco cuenta con la colaboración de dos de los nietos de Clinton, una casi poética muestra de cómo han pasado los años desde el nacimiento de su nación funkadélica.

Mdou Moctar ha sido uno de mis últimos descubrimientos en uno de esos directos de la KEXP. Un guitarrista, cantante y compositor tuareg que desde Níger comenzó a practicar una fusión de un pop-rock deudor del estilo de Mark Knopfler con sonidos y técnicas de la música tradicional bereber y del folclore hausa, cantando tanto en lengua tamashek como en inglés. Comenzó como cantante en bodas y eventos privados y grabó en 2008 su primer disco, un trabajo nunca publicado oficialmente pero que se distribuyó por el Sahel a través del intercambio de tarjetas de memoria o de ficheros de audio almacenados en teléfonos móviles. Tras eso aparecería en un par de recopilatorios que recogieron esos temas que se almacenaban y distribuían por medio de la telefonía móvil para darles salida a los mercados occidentales, consiguiendo una buena acogida que le llevaría a grabar su segundo trabajo en 2012 que ya se distribuiría por canales convencionales y a nivel mundial. Después de publicar aquel disco ha tenido una larga y prolífica trayectoria. Su último trabajo de este mismo 2019, Ilana: The Creator, le aproxima a sonoridades ácidas y del rock psicodélico fusionadas con sus raíces en la música bereber.

Los tejanos Crypt Trip estarán esta semana de gira ibérica. El power-trio publicó en la primera mitad del año Haze Country con el sello Heavy Psych Sounds donde su hard rock de inspiración retro a lo Cactus y con alguna concesión a la psicodelia se conjuga con elementos del rock sureño de Lynyrd Skynyrd o los Allman Brothers, algo de boogie vacilón de ZZ Top y The Georgia Satellites y mucho del country rock de Marshall Tucker Band o The Byrds. Una mezcolanza sureño-estadounidense que en otro tiempo les podría haber proclamado sucesores de los Black Crowes pero que hoy por hoy no encontrará el apoyo mediático para abrirse a grandes mercados. Pasarán desapercibidos para la mayoría de la prensa pero no deberían hacerlo para los amantes del rock más clásico, pues su sonido sin renunciar a unas claras raíces setenteras es fresco y variado, saben inspirarse de muchos sitios sin sonar a copia de nada y eso, hoy por hoy, es de un tremendo mérito.

Y si seguimos por la senda de las novedades vamos a mirar para Alemania pues los berlineses Kadavar celebran su noveno aniversario lanzando su quinto trabajo en estudio: For the Dead Travel Fast. Poco a poco en sus directos y también disco tras disco han intentado mostrarse más técnicos y virtuosos y han tratado de hacer mayores alardes de técnica, su evolución siempre ha apuntado en esa dirección. Su nueva entrega  se aleja de los riffs más crudos y desnudos para apostar por canciones con pasajes atmosféricos, con mayor teatralidad, líneas vocales más barrocas y trabajadas y elementos heredados del rock sinfónico y progresivo que añaden a sus riffs de magisterio sabbathico. Lento, pesado, con pasajes que parecen hacer guiños a Rush o a Genesis pero sin querer alejarse demasiado de Iommi o Pentagram, probablemente se trate de su disco menos directo, una apuesta que tal vez les aleje un poco de los seguidores de The Sword y les acerque más a los fans de Dead Meadow, un cambio tranquilo, evolución progresiva sin ruptura radical.

Y vamos a cerrar la entrega con una versión curiosa: en los años 60-70 en Perú se popularizó la fusión de la cumbia con elementos de géneros que estaban triunfando en la música popular anglosajona, véase soul, rock y psicodelia. Por un lado daría discos muy interesantes, de los que hablaremos otro día con calma, y por otro lado esta tendencia quedaría soterrada por una evolución del género a sonidos más bailables y menos densos. Mustard son un grupo de músicos españoles afincados en Reino Unido que han querido recuperar parte de ese espíritu, aunque su música va más en un rollo electrónico minimalista incluyen elementos latinos que ellos definen como electrofolk. Aquí queda su versión del popular Cariñito que compusieran allá por los 60 Los Hijos del Sol.

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