Esta entrega va completa del Sonic Blast Moledo 2019, como ya es tradicional en el último lustro en este blog. Por seguir con las tradiciones los vídeos están sacados del canal de elgranguru666 quien documentó algunos de los conciertos de esta edición y donde podéis ver más vídeos que los aquí incrustados.
El jueves 8 llegaba al festival del “sun, beach, surf and heavy riffs”, pero el “sun” estaba oculto tras unos nubarrones de oscuro gris que te quitaban las ganas de “beach” y “surf” y que te hacían temer por cómo se desarrollaría lo de los “heavy riffs”. La previsión de lluvia obligaba a la organización a prescindir del icónico escenario de la piscina pasando todos los grupos al escenario principal. Tras escuchar de lejos y de fondo a unos muy interesantes Jesus The Snake (recomiendo profundizar en la trayectoria de esta banda) y tras un rato de relax nos encaminamos varios colegas hacia el escenario con la intención de ver a las suecas MaidaVale… y ahí nos encontramos con el primer punto negro del festival: bajo un intenso chaparrón el concierto no comenzaba, pasaban los minutos, arreciaba el temporal de viento y agua y allí no aparecía nadie. Tras 45 minutos de espera sobre la hora planificada, y tras la confirmación de uno de los técnicos de sonido de que literalmente no sabían a qué hora estaría el grupo, nos fuimos a nuestro alojamiento a cambiarnos la ropa empapada. Lógicamente no estoy diciendo que la organización tenga la culpa de que llueva ni de que el viento provocase retrasos en los vuelos de varios grupos, pero sí creo que visto el panorama y sabiendo que el grupo llegaría tarde (porque MaidaVale publicaron en su facebook que su vuelo se había retrasado y que no podrían llegar antes de las cinco en ningún caso) avisar al público de que habría un parón hasta que la banda pudiese llegar y se calmase un poco el tiempo habría sido lo lógico: había megafonía, había una pantalla encendida en el escenario y había redes sociales. Al final por cambiarnos la ropa y volver al recinto cuando se reanudó el festival, unos 100 minutos después de la hora planificada originalmente, solo pudimos escuchar un tema de las suecas. Tras ellas los fantásticos japoneses de Minami Deutsch hicieron un concierto muy corto, solo tres temas que apenas llegaron a la media hora seguramente recortado en un intento de reducir el retraso que se acumulaba. Rápidamente salían a escena The Devil and the Almighty Blues con su sonido psicodélico, bluesero y pesado estilo Clutch pero con un intenso toque de oscuridad y humedad de su Noruega natal, firmaron un concierto de nivel notable aunque creo que también algo más corto de lo esperado por el retraso que intentaban recortar. Seguíamos por tierras escandinavas, por su vecina Suecia, con Lucifer, el grupo de proto-metal setentero del legendario Nicke Andersson (batería de Entombed, guitarra/voz en Hellacopters, batería y voz en los efímeros pero icónicos Super$hit666 ¿se puede ser más mítico?) y su pareja la vocalista Johanna Sadonis (cantante de los tristemente olvidados y nunca bien ponderados The Oath, que tristemente solo duraron un disco). El concierto comenzaba repasando su segundo y más reciente trabajo mientras la lluvia se hacía más intensa, durante su versión del Snowblind de Black Sabbath puse en una balanza mi devoción por el señor Andersson, que estaba destilando clase tras los parches, y el riesgo de catarrazo por seguir mojándome así… y será cosa de la edad pero huí cobardemente a medio concierto, con mucho pesar y paso ligero para no mojarme más. Segundo cambio de ropa empapada y a esperar a que se calmase el tiempo cenando y comentando los primeros bolos vistos. Cuando paró la lluvia me había perdido a Monolord y ya comenzaban Earthless, quienes se marcaron un concierto que me pareció más ameno que el del año anterior, no se si por estar menos agotado yo o porque realmente sus largas jams salvajemente psicodélicas estuvieron en esta edición más inspiradas. Cerraron su concierto invitando a Nicke Andersson a tocar con ellos City Slang, una versión de Sonic’s Rendezvous Band que ya había versionado en su día con los Hellacopters. Tras ellos seguramente el grupo al que le tenía más ganas de esta edición: Graveyard. Su setlist se nutrió principalmente de su último trabajo, Peace, y de su obra más querida y reconocida, Hisingen Blues, del que recuperaron hitos como el tema título, The Siren o la mítica Uncomfortably Numb. Su añejo y rudo blues rock siempre resulta un regalo a través de la voz de Joakim Nilsson. Acabó el día con los portugueses Solar Corona ya casi a las tres de la mañana, una combinación de stoner y space rock con guitarras cargadas de efectos y el añadido de un saxo que dota de gran originalidad al grupo.
Viernes 9, la lluvia nos da una tregua y solo nos deja unos puntuales chaparrones mañaneros. Mientras comemos escuchamos de fondo a los más que recomendables O Bom O Mau e o Azevedo con su fusión entre surf y psicodelia y, tras ellos, el stoner con enérgicos dejes punk de la banda de Braga Mr. Mojo. Los destrozos del viento del día anterior provocaron que el icónico escenario de la piscina permaneciera cerrado también ese día tocando de nuevo todos los grupos en el escenario principal. Al recinto subí puntual para disfrutar de unos de los pioneros del stoner ibérico: los andaluces Viaje a 800, una banda que lleva activa en el mundillo de la música pesada y psicodélica desde principios de los 90, de depurada ejecución técnica estuvieron sobresalientes en el plano instrumental llevando al público a levitar por dimensiones paralelas (aunque por veces en sus letras sea una banda que me cojea bastante). Con un volumen atronador, puede que la banda que sonó más alta en toda la edición, les siguieron los finlandeses Kaleidobolt que presentaban su reciente trabajo Bitter, publicado en mayo, fusionando complejos elementos de jazz y rock progresivo con descargas más agresivas de rock psicodélico de inspiración retro, alumnos de unos King Crimson a los que rindieron homenaje con una versión extremadamente personal de 21st Century Schizoid Man para cerrar su show. No me fijé en los cambios en los horarios anunciados a través del Facebook del festival y decidí aprovechar el siguiente concierto para buscar una sudadera para protegerme del frío nocturno y comer algo. Pensaba que me perdería parte de Stoned Jesus pero resultó que estos habían intercambiado su posición con Belzebong, por lo que me quedé sin escucahr casi entero el concierto de los polacos, con gran pesar. Tras ellos el refrescante combo entre hard rock y heavy metal macarra y motero de los británicos Orange Goblin puso una nota de color en el festival, repitiendo un enérgico espectáculo como el que dieran dos años atrás en ese mismo escenario, repasando temas de todas sus épocas como Red Tide Rising, Some you Win Some you Lose o Demon’s Whip y rindiendo tributo a sus amados Mötörhead con una versión de No Class. Tras el fiestón de Orange Goblin llegaban unos Stoned Jesus que también repetían en el festival y que realizaron un concierto bastante irregular. Creo que los polacos eligieron un set list demasiado pausado tras la avalancha de rocanroleo anterior y que la coñita del guiño al tan cacareado nuevo tema de Tool durante I am the Mountain arruinó, por lo menos para mi, el que creo que es el tema más destacable de esta banda. Era la cuarta vez que les veía y creo que la que menos me gustó, aunque intentaron levantar los ánimos cerrando con uno de sus temas más directos y sencillos, Here Comes the Robots, yo ya me había venido abajo. Me recogí y el concierto de los quebequeses Dopethrone lo escuché ya desde cama, no soy gran fan de su brutal sludge metal pero reconozco que sonaron bastante enérgicos y que ejecutaron muy bien sus temas. Cuando salía del recinto percibí el otro gran problema de esta edición: la zona de las letrinas apestaba, los baños estaban extremadamente sucios y la empresa contratada para la instalación y mantenimiento de los mismos no se había molestado lo mínimo en limpiar. Una falta imperdonable para un festival de esta trayectoria, con varios años ya a la espalda y que este año encaraba su primera edición de tres días.
Y llegaba el sábado 10, por fin el sol asomaba entre las nubes y por fin escenario de la piscina. No llegué a escuchar más que apenas dos temas de Maggot Heart, la nueva banda de Linnéa Olson, quien fuera compañera de Johanna Sadonis de Lucifer en la banda The Oath, que presentaba su reciente trabajo Dusk to Dusk donde el heavy metal y el hard rock se dan la mano con el post-punk en una oscura conjunción. La fiesta en la piscina seguía con los mexicanos Cardiel, un power-duo de sludge metal con dejes punk, hardcore y hasta dub en cuyo directo destaca la impresionante presencia y energía de la batería Samantha Ambrosio. Les siguieron los italianos Giöbia para dar carpetazo al escenario pequeño, una veterana banda con más de 20 años de carrera a sus espaldas que tocaba por primera vez en Portugal y que navega entre el space-rock y el sonido kraut de finales de los 60, creando cortinas de sonidos evasivos con los que hacer viajar a la audiencia. Tocaba moverse al escenario grande para la gran traca final del festi. Arranca el post-metal instrumental de zapatilla blanca con dejes progresivos de los madrileños Toundra que hicieron que el público moviera sus cabezas a ritmo fúnebre. Tras ellos volvían también a Moledo los californianos Sacri Monti, presentando nuevo disco donde mantienen su pasión por la psicodelia de corte setentero y donde a base de guitarrazos cargados de fuzz y chaparrones de teclado nos desgranaron los temas de su segundo trabajo, Making Room for the Magic Hour. El doom metal wiccano de Windhand nos llevaba a un relajado paseo por devaneos de satanismo jipi envueltos en sus hipnóticos riffs de guitarra para completar un show tremendamente sólido que habría sido la banda sonora perfecta para un orgía salpicada de magia negra. Les seguían las leyendas del sludge metal Eyehategod desde Nueva Orleans: Jimmy Bower es un grande capaz de crear algunos de los riffs más cabrones del planeta, el batería Aaron Hill es otra tremenda bestia y el cantante Mike Williams aunque es bastante bocachancla en su interacción con el público, puede que como secuela de tantos años de exceso, es la única voz que puede uno imaginar para sus completamente desquiciados y caóticos temas cargados de cambios. Concierto brutal, pero yo diría que corto pues quedaron casi 50 minutos vacíos hasta la hora programada para la salida de Om. El grupo que nació como power-duo y proyecto paralelo de la base rítmica de los legendarios Sleep es ahora un trío donde el legendario Al Cisneros (es mi señor, nada me falta) se lleva el centro del escenario como bajista-vocalista, acompañado de un excepcional Emil Amos que ya hace más de una década que tomó el relevo de Chris Hakius en el grupo. Completa la formación el multiinstrumentista Lichens, quien se encarga de los coros, percusión, sintetizadores o algún instrumento de cuerda según el tema. Durante más de hora y media ofrecieron una experiencia evasiva al público a través de su sonido donde el drone y el doom se dan la mano con sonoridades minimalistas, sinfónicas o folclóricas orientales, indias o mediterráneas. A ratos cerré los ojos y me dejé llevar. Al acabar su concierto me recogí y a Domkraft les escuché ya desde la cama.
Vamos con el resumen final. Empezamos con los puntos negativos: no avisar a tiempo de los retrasos del primer día por la lluvia, el exceso de celo del personal de seguridad que provocó colas largas por situaciones tan surrealistas como no dejar entrar a una persona con dos plátanos y, por encima de todo, la suciedad y el olor literalmente putrefacto en la zona de los baños. Tampoco habría estado de más una carpa dado que la lluvia se sabía más que probable con dos semanas de antelación, pero no se si era viable técnica y económicamente en ese recinto, aunque deberían tomar nota por si el año que viene se plantea similar.
Los puntos positivos: el cartel como siempre elaborado con un excelente criterio y variado dentro de un género definido, el ambiente tanto por parte de la gente del pueblo como del resto del público, la cerveza Imperial Porter del festival, que era un pelín cara pero deliciosa y con un ligero toque tostado a café (la IPA no llegué a probarla porque siempre que preguntaba en la barra me decían que ya estaba agotada) y los vales de bebida más chulos que haya visto nunca en ningún evento (Iommi manda, punto).

Hasta aquí lo que ha dado de sí esta edición del Sonic Blast.