¿Quién fue Charles Oakley?

Hola, joven fan de la NBA. Tú que has llegado al deporte de la canasta en los tiempos del baloncesto casi sin contacto y de los triples a tutiplén, en la era de las estadísticas avanzadas y del juego cada vez más centrado en funciones que en posiciones, tú joven fan seguro que conoces a Charles Oakley como «el tío que el otro día intentó pegarle al dueño de los Knicks«.

Y luego te habrá sorprendido seguramente ver a muchos jugadores importantes de la NBA dándole apoyo, y a todo el Garden poniéndose de su parte y coreando su nombre ayer (10 de febrero) en el partido contra los Nuggets.

Te estarás preguntando «¿Quién es este Charles Oakley y por qué le quieren tanto?«. Pues aquí tienes a un treintañero que vivió el basket de hormigón de mediados de los 90 que te lo cuenta. Vamos con una retrospectiva de su carrera:

Oakley nació en Cleveland en 1963 y creció en esa ciudad, y creció bastante hasta ser un chaval que medía 2.03 y pesaba más de 110 kilos. Su talento para el baloncesto le valió una beca para estudiar en la universidad de Virginia Union, cuna de otro fiero currante y defensor como fue «Big» Ben Wallace, donde completó su ciclo de cuatro años con unos números destacados: 20 puntos y 14 rebotes de media durante sus cuatro años, firmando en su última temporada 24 puntos y 17 rebotes. Esto le valió una buena posición en el Draft de 1985, donde el equipo de su ciudad natal, los Cavaliers, le eligieron con el número 9 para luego mandarle a unos Bulls donde se convertiría en mano derecha de un joven Michael Jordan. Fue elegido en el mejor quinteto de Rookies de su año y promedió 12 puntos y 11 rebotes en las tres temporadas que pasó en Chicago.

En verano de 1988 los Bulls le envían a los Knicks a cambio del pivot Bill Cartwright. En la Gran Manzana se convertirá en parte de la columna vertebral del equipo donde el estrellato recae en el pivot Pat Ewing y el escolta John Starks: 10 temporadas se pasará allí, el grueso de su carrera.  Durante esa década firmará unos números de más de 10 puntos, 10 rebotes, 2 asistencias y un robo de balón. Pero lo más imporante en Oakley no eran sus números, sino su fiereza, su entrega en defensa, su trabajo: jugaba duro y eso le hacía ser un favorito de la grada. Con el 34 a su espalda formaba una pareja interior terrorífica junto al que fuera número 1 de su draft: Pat Ewing. Durante su estancia los Knicks eran uno de los equipos más competitivos del este: un fijo en los playoffs que llegaron a disputar la final de la NBA en 1994 contra los Rockets de Olajuwon, nada que ver con la chufla que llevan siendo en estos dosmiles. Oakley fue elegido para disputar el All-Star de 1994, temporada en la que además terminó seleccionado en el Mejor Quinteto Defensivo de la NBA, consiguiendo en 1998 otra nominación al segundo equipo. Tras esa temporada, con 34 años, los Knicks le mandarían a Toronto a cambio del «samurai» Camby.

Se mantendría activo hasta los 40, jugando tres años en Toronto y dándose un curioso tour nostálgico en sus tres últimas temporadas: primero un retorno a los Bulls, luego una reunión con Michael Jordan en los Wizards y finalmente un puñado de partidos en los Rockets que le alejaron del anillo una década antes para decir adiós al baloncesto.

Ahora la vieja leyenda de los Knicks ha sido expulsado de por vida del pabellón donde disfrutó de sus mayores tardes de gloria, donde bregó con tantos rivales. Ha dicho Dolan, el controvertido propietario de los Knicks, que Oakley «Tiene un problema con la ira«. ¿Es esto cierto? No podemos obviar que en sus años como jugador era un tipo muy duro, y que protagonizó varias peleas en la cancha:

Su carácter es responsable de sus luces y sus sombras. Lo que le hacía un jugador importante era esa agresividad, esa intensidad, esa dureza. Pero ese carácter le hacía perder el control y a veces cruzar la línea de la agresión. ¿Estuvo bien su agresión a Dolan? No. ¿Es inteligente la actitud de la directiva de los Knicks de dejar a una leyenda del equipo expulsada del pabellón de por vida? No. En los últimos años el equipo es un desastre, New York alardea de ser «la ciudad del baloncesto» pero llevan más de 40 años sin ganar un título. En los tiempos de Oakley al menos competían, pero ahora son un camelo, cada año un nuevo proyecto y cada año una nueva decepción. La gente añora los tiempos en los que los jugadores se dejaban la piel, y la directiva ahora carga contra uno de los clásicos de aquella época.

El culebrón Knicks sigue temporada tras temporada para desesperación de sus fans y regocijo de trolls.

 

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