El otro día leía un artículo en el AS, que no voy a enlazar por aquello del canon AEDE, donde se decía que LeBron nunca será Jordan, ni Kobe, ni Duncan… y que eso será culpa de Stephen Curry. No le falta su parte de razón, pero creo que aparte de por las diferencias en su juego, hay un motivo mayor por el que LeBron nunca será Jordan: LeBron no ha tenido un villano.
¿Qué quiero decir con esto? Que las victorias, y derrotas, de Jordan tenían una narrativa. Vale, todos sabemos que «narrativa» es el término que usan los que se quieren ir de cultos al analizar videojuegos, pero en la era Jordan esto era así. Uno veía los partidos y daba la impresión de que los Bulls eran «los buenos» y que frente a ellos estaban «los malos».
Primero fueron los infames Bad Boys de Detroit, un patibulario elenco que practicaba defensas al límite, y sobre el límite, de la legalidad, con un sistema pensado para frenar al 23, las llamadas «Jordan Rules«, un equipo legendario con Bill Laimbeer, Joe Dumars, Isiah Thomas (este era su auténtico némesis), Dennis Rodman, Mark Aguirre o Rick Mahorn. Ganaron dos anillos, en 1989 y 1990, y apearon a los Bulls tres veces de la carrera por el título: 1988, 1989 y 1990, sólo para acabar cediendo en 1991. A los Bulls les costó sufrimiento, sudor, sangre y la nariz de Scottie Pippen (literalmente) poder superar el escollo que eran estos Pistons.
Tras los Pistons llegaron las victorias, los tres primeros anillos, pero tuvieron que lucharlos contra unos pegajosos Knicks a los que se midió, y venció, cuatro veces: 1991, 1992, 1993 y 1996. John Starks era el primero en enfrentarse a Jordan, el que salía a defenderle al perímetro, y cuando lograba superarle se topaba con un muro de músculo y brazos, con el puro hormigón defensivo que eran Oakley, Mason e Ewing. Sin la presencia de Jordan los Knicks alcanzaron dos finales (perdieron en 1994 contra los Rockets de Hakeem y en 1999 contra los Spurs de las Twin Towers), así que cabría imaginar que si el 23 no hubiera decidido volver estos habría logrado al menos un anillo.
Ya fuera de equipos completos, Jordan también tuvo que sufrir a varias «moscas cojoneras«. La primera de ellas, Charles Barkley. En los ochenta, cuando «El Gordo» jugaban en los Sixers, se midieron dos veces en las eliminatorias con dos victorias para los Bulls. Posteriormente se enfrentarían en las finales, en 1993, con Barkley liderando a los Suns y llegando a la final como MVP de la temporada regular, y con resultado de tercer anillo, tercer MVP de las finales y primera retirada para MJ. En 1996 se mediría en la final a los Sonics de un Gary Payton que pasaba por ser el el mayor «trash-talker» de la NBA, lo que tenía de clase lo tenía también de macarra y lenguaraz. En las finales de 1997 y 1998 «el cartero» Malone, uno de los mejores «cuatros» de la historia y también uno de los jugadores que más narices ha roto con sus codos, se convertía en el enemigo a batir y en el enésimo «unringed» por causas Jordanescas. Añadamos además que en la final de conferencia de 1998 se las vieron con los Pacers entrenados por Larry Bird y con Reggie Miller como estrella y rival de Jordan. Reggie había tenido ya en el pasado sus más y sus menos tanto con MJ como con los Bulls post-primera retirada (aquel humillante triple de Kukoc), y desde luego era el villano definitivo en la NBA, un jugador al que le encantaba sentir el odio de la afición rival.
Pero LeBron nunca ha tenido a un villano, cuando veías a los Heat o a los Cavaliers no tenías la sensación de que el rival era el eje del mal. Tal vez porque Jordan logró sus éxitos en la era más física de la NBA, cuando los dinosaurios dominaban la zona (pivots de la talla y tamaño de Ewing, Olajuwon, O’Neal, Robinson, Mutombo, Mourning o Sabonis), cuando para hacer un mate tenías que machacar sobre gente que sabías que serían Hall of Fame, mientras LeBron posteriza a Jason Terry y a John Lucas III. ¿Le han faltado rivales de talla a LeBron? Claro que no. Tuvo que sufrir la pegajosa tortura de defensores de élite como Kawhi Leonard o Iguodala. Tuvo que vérselas con tres de los mejores «cuatros» de la historia como Duncan, Garnett y Nowitzki. Se enfrentó el pasado año a dos jugadores que están haciendo evolucionar conceptos en el juego como Curry y Draymond Green. Derrotó a una de las mejores parejas ofensivas de la NBA en 2012: Westbrook y Durant, que por aquel entonces contaban con un futuro all-star como Harden como sexto hombre… pero ¿villanos? Si una anciana se cruzara con Mark Aguirre, Dennis Rodman o Karl Malone se cambiaría de acera. En cambio si se cruza con Kawhi, Curry o Duncan seguro que la ayudan a cruzar la calle. Porque los rivales de LeBron aunque no estén faltos de talento, carecen de mala baba, no son tíos duros y curtidos como aquellos contra los que se fajaba Jordan.
LeBron es un gran jugador, ha capitaneado a sus equipos a seis finales, cinco consecutivas, ganando 2 títulos. Seguramente este año logre la sexta consecutiva, y puede que un tercer anillo (aunque hasta el momento parecen más sólidos Spurs y Warriors), pero al final esto es como una película, las carreras de los jugadores tiene una narrativa hollywoodiense, y no puedes tener a un buen héroe sin un villano de lujo. Porque Batman no es Batman sin Joker, porque Reed Richards necesita medir su mente contra el Dr Doom, porque Superman necesita a Lex Luthor como Daredevil necesita a Kingpin… Jordan no estuvo falto de esos villanos, rudos y terribles. Y lo más parecido a un Joker que ha visto LeBron es a un chico tímido con cara de yerno ideal que te apuñala con triples de nueve metros mientras muestra una sonrisa que recuerda a Magic Johnson incluso más que sus pases sin mirar o sus crossovers imposibles.