A pesar de haber nacido en Inglaterra (concretamente en West Bromwich), este hijo de guyanés e irlandesa siempre será recordado por ser el músico que fundó la banda de rock más grande de Irlanda (me duele la espalda, debe ser Bono haciéndome vudú… la verdad duele).
A mediados de los setenta unos ya exitosos Queen decidieron llevarse a unos emergentes Thin Lizzy como teloneros. Al tercer concierto de la gira Freddie Mercury había exigido cambiar las condiciones del contrato: Thin Lizzy sólo podrían tocar 45 minutos y no podrían hacer uso de todo su backline ni de todo el equipo de luces. El motivo era simple: en los dos primeros conciertos los irlandeses les habían pateado el culo, se habían comido con patatitas a unos Queen que empezaban ya a estar más domesticados por la industria discográfica (cosa que se haría patente en los ochenta, cuando dejaron de lado el rock de sus primeros años para grabar «Radio Gaga», «I want to Break Free», «Under Pressure» y demás hits facilones e infumables). Brian May dijo en aquella época que «Robbo» Robertson y Phil Lynott eran los dos tipos más excesivos que había conocido (y hay que recordar que Queen pretendieron hacer la mayor orgía de la historia en los 70). Philo era tan genial como autodestructivo, y sus constantes abusos del alcohol y la heroína acabaron por pasarle pronta factura.
El día de navidad de 1985 fue hospitalizado con una sobredosis y permanecería ingresado hasta que el 4 de enero de 1986, con diversos problemas cardíacos y aquejado de neumonía, se le paró el corazón.
Su voz peculiar y su genial creatividad, como compositor y letrista, hicieron de él una leyenda, inmortalizado con una estatua de bronce en medio de Dublín, la ciudad donde se crió junto a su abuela y donde dio sus primeros pasos en la música. Para el recuerdo nos quedan sobre todo su producción con Thin Lizzy, sus colaboraciones con Gary Moore y un par de discos en solitario que, la verdad, no son lo mejor de su factura.