Corría el año 1987 cuando Glenn Danzig entraba en la nómina de Rick Rubin. Atrás quedaba el horror punk de Misfits y los trabajos más experimentales de Samhain. Rubin vió en el musculoso vocalista un potencial tremendo: poseía una presencia escénica indudable y una voz que parecía un cruce entre Elvis y Jim Morrison.
No pasaban entonces Black Sabbath por su mejor momento. La etapa Tony Martin, a pesar de ofrecer discos muy dignos, no acababa de reverdecer los laureles de los tiempos pretéritos en los que Ozzy o Dio se encargaban de las voces. La escena doom/sludge americana era extremadamente underground: Pentagram, Trouble, Saint Vitus, The Obsessed… apenas tenían presencia mediática. En Europa despegaba el speed metal germano mientras en EEUU todo era laca y luminosidad.
Pero Rubin era un tío con cultura, un tío que sabía que las raíces del heavy metal estaban en Black Sabbath, estaban en gente como Blue Cheer, Pentagram o Grand Funk Railroad. Y sabía que los riffs marcados y pesados de ese protometal casarían perfectamente con la cavernosa voz del vocalista de New Jersey. Y tenía en el guitarrista John Christ y el bajista Eerie Von (que ya había militado en Samhain) a los perfectos obreros para construir esa música.
Con un cruce de crudo guitarreo blues con la influencia de los riffs de Tony Iommi nos llegó este primer disco de Danzig. Un disco que se abre con los hipnóticos armónicos de Twist of Cain, que conforman un riff sobrenatural, mágico, imponente. Un tema perfecto para abrir el disco, que sigue con los tintes épicos de Not of This World. She Rides por su parte es un tema lento, pesado, sudoroso, que se arrastra por tu piel. Soul on fire sigue con la línea pesada pero sugerente desgranada por la voz de Glenn. Am I Demon representa, en cambio, un disparo a nuestra cabeza, un cañonazo directo de puro rock and roll. Y entonces llega la joya de la corona, Mother, seguramente el tema más famoso que haya grabado Danzig. Tras el magistral single el disco decae un poco, aunque es complejo no decaer tras una joya de ese calibre: Possession probablemente es el tema más flojo del album, End of Time nos trae otro tema pesado y susurrante, The Hunter ahonda en las raíces más blueseras de la banda y cierra el disco una chirriante e hipnótica Evil Thing, un tema que nos devuelve a los mejores momentos del disco.

En los 90 reivindicar el legado de Black Sabbath se convirtió en lo más habitual entre las bandas metaleras de todo el planeta, sobre todo tras el paso del grunge, pero en aquel momento los riffs pesados y oscuros eran algo más propio del underground, y Danzing logró llevarlos a un mercado más mainstream de forma magistral, guiado por la sabia mente del productor Rick Rubin. Un disco básico en la historia del heavy metal, aunque a menudo muy olvidado, sobre todo en Europa.