En «1984» de George Orwell se habla de cómo el gobierno crea un idioma de abreviaturas para lograr que ciertos conceptos desaparezcan del lenguaje, intentando lograr que el pueblo, al carecer de esos conceptos no pueda generar ideas revolucionarias contrarias al régimen. En «Tropas del Espacio» de Robert Heinlen los disidentes son llamados «terroristas de paz» para, y en «Forastero en tierra extraña» del mismo autor el aprendizaje del idioma marciano permite a los humanos alcanzar nuevas cotas de conocimiento y la autoliberación sexual.
Son sólo un par de muestras que se han dado en la literatura de ciencia ficción de cómo la manipulación o desaparición de términos pueden modificar el pensamiento de todo el conjunto de la sociedad. Pero olvidémonos ahora de la ficción, volvamos a la Tierra en 2011, a un contexto occidental, y pensemos en el término «piratería». A día de hoy llamamos piratería a compartir archivos en una red p2p, a descargar contenidos de un página de almacenamiento para descargas directas, a hacer una copia de un disco… ¿y a qué se llamaba piratería en siglos pasados? Al hecho de asaltar barcos en alta mar, asesinar a su tripulación y saquear sus bienes. Es decir, que el lenguaje ha hecho que compartir canciones registradas bajo una licencia privativa de derechos de autor suene a asesinato y saqueo. ¿Por qué? Pues porque así cuando la ministra de turno a sueldo de la gestora de turno (llámense Sinde y SGAE en el caso de España, pero en otros países la cosa está más o menos igual o peor) quiera hacer una ley para tener contentos a sus verdaderos jefes, pues dirán «Ley contra la piratería» y sonará a «Nuestro gobierno, fuerte y justo, combate al criminal». Y es que si dijeran «Ley contra el compartir archivos bajo copyright» les costaría todavía más vender a alguien la moto de su cruzada.
De esta perversión del lenguaje ya advirtió Richard Stallman a mediados de los 90, pero no es un problema único y exclusivo de la piratería. Es curioso (y preocupante), por ejemplo, como en España los medios de extrema derecha han convertido el término «republicano» (que no significa más que partidario de un gobierno en forma de república, y que en determinados países incluso sirve para definir a partidos de su mismo signo político) en algo así como «terrorista violento», algo que seguramente en pocos años también acaben logrando vincular con el término «nacionalista». Otro término que ha tenido una evolución similar en los medios ha sido «islamista», que a día de hoy casi significa fanático religioso. Términos como «moral» o «educación», también han sufrido esto, perdiendo sus significados originales para acabar encarnando una serie de valores más bien orientados a un contexto judeocristiano. Y finalmente «libertad», una palabra que en occidente ha perdido todo su significado y que, a día de hoy, se utiliza hasta para justificar recortes de la misma.
Y si por un lado están las palabras que se transforman por otro directamente están las que desaparecen. ¿Hace cuánto que un partido de supuesta izquierda o un sindicato en este país no usa la palabra «explotación»?¿Y «capitalismo»?¿Alguien ha escuchado a algún miembro del actual PSOE usar esa palabra? No se puede cuestionar el funcionamiento del sistema si desaparece la palabra que lo define.
En un mundo de consumo rápido de ideas, donde páginas como Twitter se están convirtiendo en los nuevos cauces para la información, una información rápida, de 160 caracteres, el no perder las palabras se vuelve esencial. Porque distintas palabras muestran distintos conceptos, y si perdemos la palabra perdemos el concepto.